La reacción de un cabro chico, de un picao. No es propia de un mandatario, pero su afán protagónico es superior al sentido común.
Miguel Lawner
Arquitecto
04/04/2020. Ayer, a la hora del crepúsculo, en plena cuarentena, Piñera se dirigió furtivo, hacia la Plaza de la Dignidad. Era día viernes, el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar donde miles de chilenos se congregaron durante cinco meses, en demanda de poner fin al modelo económico neoliberal impuesto por la dictadura, vigente hasta hoy con leves cambios.
Piñera bajó de su auto luciendo camisa y corbata, haciendo alarde de su espléndido estado físico y caminó raudo hacia el pie de la estatua a Baquedano rodeado por sus escoltas, uno de los cuales le tomó una foto, posando sonriente, con un pie en alto, al mejor estilo de un luchador que derrota a su oponente. Quizás imitando a Carlos V, que pasó a la historia cuando clavó una pica en Flandes. Luego, se esmeró en hacer circular la foto a través de las redes sociales. Fue una provocación cobarde que despertó la ira de millones de chilenos.
En breves minutos, miles de mensajes condenatorios colmaron las redes sociales. Piñera debe haber sido forzado por sus asesores a dar una explicación. Mintió, conforme al estilo que lo caracteriza, al señalar que descendió casualmente de su auto al pasar frente a la Plaza, con el propósito de saludar a carabineros y a los militares de guardia en el sector, aprovechando la oportunidad para sacarse una foto.
Los videos que circulan, muestran que se bajó raudo del auto, dirigiéndose directamente a la estatua. No saludó a nadie.
Hasta El Mercurio, su más fiel defensor, consideró necesario exculparlo, publicando hoy un comentario titulado: Presidente Piñera se disculpa tras polémica por visita a Plaza Baquedano
No lo vamos a disculpar. Añadió un inmenso agravio a los múltiples cometidos por su gobierno durante los meses de la insurrección popular y ahora en los tiempos de la peste. No lo disculpará Gustavo Gatica, joven de 22 años, cegado para siempre a raíz de los perdigones lanzados por los carabineros, al igual que la joven Fabiola Campillay, madre de tres hijos.
No lo disculparán los centenares de jóvenes mutilados en las manifestaciones en demanda de un cambio social. Tampoco los miles de detenidos que han sufrido apremios ilegítimos, y algunos de ellos, jóvenes y muchachas, vejados sexualmente.
No lo disculparán los centenares de miles de pensionados estafados por los AFP y a quienes se les ofrece ahora un mendrugo de suplemento. No lo disculparán las decenas de miles de trabajadores empujados a la cesantía y que no tendrán como alimentar a sus familias quién sabe por cuánto tiempo. No lo disculparán los abnegados trabajadores de la salud, que reclaman la falta de implementos e insumos para enfrentar la maldita epidemia.
Me genera vergüenza ajena, constatar las frecuentes declaraciones de Piñera ante los medios de comunicación. Miente con frecuencia, como cuando aseguró a la televisión que Chile se había anticipado a la pandemia adquiriendo 700 ventiladores mecánicos en enero, mentira que quedó en evidencia cuando días atrás se dio a conocer la factura de esa compra, fechada el 13 de marzo.
Se negó a cerrar escuelas y Centros comerciales. Solo la presión de los alcaldes y el Colegio Médico lo forzó a hacerlo. Se resistió a entregar cifras por comuna de las personas contaminadas, hasta que la presión del Colegio Médico lo obligó a hacerlo.
La gran mayoría de la población desconfía de su gestión en la pandemia, así como la de su Ministro Mañalich. Ambos claman por la unidad nacional para enfrentar esta crisis, pero sus proyectos de Ley o su agenda social, hacen imposible dicha unidad, privilegiando el mercado antes que la salud.
El triste episodio de ayer, corresponde a la reacción de un cabro chico, de un picao. No es propia de un mandatario, pero su afán protagónico es superior al sentido común. Para nosotros chilenos, angustiados por la grave situación que estamos enfrentando, no nos queda más que decir: es lo que hay.