Fracasó en su pretensión de liderar corriente en AL. Se destrozó grupo lineal de derecha. Tuvo que renunciar a cumbres APEC y COP25. Ahora es un mandatario cuestionado.
Gonzalo Magueda. Periodista. 25/02/2020. Cuando el Presidente Sebastián Piñera definía que Chile era “una isla” positiva dentro de América Latina, tenía en curso un plan de instalación en la región, liderazgo incluido, y afianzar un relato y un posicionamiento del proyecto de derecha y neoliberal, compartido con socios de la misma corriente. Era uno de los objetivos exitistas que tenía Piñera para su mandato de cuatro años.
Es sabido y comprobado, que el viernes 18 de octubre, con el inicio del estallido social y la expansión de una crisis política nacional, las ideas y proyecciones regionales de Piñera se derrumbaron. No hubo vuelta atrás, como se comprueba a cinco meses del cambio profundo de situación en Chile.
Fracasó su pretensión de liderar una corriente neoliberal y conservadora en América Latina. Quedó en nada su imaginario de asumir un liderazgo a nivel regional, aprovechando una supuesta situación de estabilidad y “ejemplo” del modelo chileno. Se destrozó un grupo lineal de la derecha al que él pertenecía, sobre todo con la derrota política y electoral de Mauricio Macri en Argentina, el descrédito creciente de Jair Bolsonaro en Brasil y los serios problemas de Iván Duque en Colombia. Piñera tuvo que renunciar a que en Chile, y con él como protagonista, se realizaran las cumbres de la APEC y COP25.
Durante el primer año y medio de su mandato usó toda su artillería mediática y su fuerza autoritaria, para irse en contra del gobierno constitucional de Venezuela, y atacó sin medida alguna al Presidente Nicolás Maduro, acusándolo y dictador y anunciando que sería derrocado. Viajó a la frontera colombiana a una acción desestabilizadora en contra de un gobierno electo democráticamente y bendiciendo estrategias militaristas. Su rol injerencista se hizo trizas desde el 18 de octubre y pasó a ser un mandatario criticado, cuestionado y mirado con recele en toda América Latina.
Su base ideológica y comunicacional de estar al frente de un modelo y de un gobierno que podía ser referente democrático y de desarrollo en Latinoamérica, se fue al tarro de basura, y hoy Piñera debe andar contestando sobre las deficiencias, fragilidades y errores del proyecto que defendía ante los ojos regionales e internacionales.
En un momento, el mandatario quiso convertirse en espadachín de la defensa de los derechos humanos en América Latina y el resto del mundo, sobre una base cuestionable de que Chile podía asumir ese papel, pese a tener aún mil ciudadanos desaparecidos por agentes del Estado, decenas de indígenas presos o procesados y diversos casos de escándalos de Carabineros por inventar.
Pero aquello también se desmoronó y Sebastián Piñera, por mucho que lo eluda, está ahora a la cabeza de un país con 400 lesionados oculares por acción de la policía, más de 2 mil heridos, varios muertos, querellas por crímenes de lesa humanidad en contra del jefe de Carabineros y él mismo sujeto a acusaciones constitucionales y en la probabilidad de tener que declarar por querellas por violaciones a los derechos humanos.
De su ambición política y plan comunicacional de asumir un liderazgo en la región, Piñera pasó a ser un mandatario cuestionado y que tiene que dar muchas explicaciones sobre lo que ocurre en su país. Por lo demás, como el Presidente peor evaluado con un 6% de aprobación ciudadana en la encuesta más reconocida en Chile por todos los sectores políticos.