La prueba es elitista y es clasista. Pero esa constatación la hemos hecho, desde un principio los maestros y maestras agrupadas en el Colegio de Profesores y Profesoras.
Paulina Cartagena Vidal. Dirigenta Colegio de Profesores Región Metropolitana. 06/01/2020. Los resultados de la PSU nos recuerda, año tras año, la profunda desigualdad existente en nuestro país. En materia de puntajes nacionales, por ejemplo, las proporciones se mantienen casi inalterabes: el 70% proviene de escuelas privadas, 20% de escuelas municipales y el 10% restante de escuelas particulares subvencionadas.
Si a ello se agrega el dato que la educación particular pagada no supera el 10% de la educación en chile, entonces sólo podemos concluir que los “buenos puntajes” de la PSU provienen mayoritariamente del sector socioeconómico más elevado.
La prueba es elitista y es clasista. Pero esa constatación la hemos hecho, desde un principio los maestros y maestras agrupadas en el Colegio de Profesores y Profesoras.
El tema es, en esta ocasión, recordar que el año 2019 fue especial.
Chile despertó gracias a los estudiantes secundarios. El sacrificio de mantener ese despertar incluyó también que esos mismos estudiantes no pudieron prepararse para rendir la PSU.
Es decir, si la PSU es ya un instrumento desigual, sus resultados 2020 lo serán más aún, porque no fueron los secundarios de las escuelas particulares pagadas los que terminaron el año escolar en octubre (como ocurrió, por ejemplo, con el Instituto Nacional y el Internado Barros Arana) ni tuvieron que asistir a clases en medio de bombas y disparos, como ocurrió, por ejemplo, con los estudiantes de 4° medio en la población Lo Hermida. No fueron los secundarios de las escuelas particulares pagadas quienes tuvieron problemas con la locomoción, con la paralización de actividades productivas, con el gaseo y represión al interior de sus propias escuelas.
Los resultados de esta PSU carecerán de toda legitimidad. Este año, la lucha fue más desigual que nunca. Los “peores” puntajes posiblemente provengan de aquellos jóvenes que prometieron (y cumplieron) no volver a la “normalidad” desde el 18 de Octubre de 2019.
Como maestra y madre, no puedo sino solidarizar con las organizaciones de estudiantes secundarios que se han opuesto a la rendición de la PSU en momentos de la más grave crisis social que haya experimentado Chile desde hace 30 años.