Las actuales generaciones de jóvenes vivimos en carne propia radicales injusticias y no creemos en las promesas de un futuro esplendor bajo el actual orden de cosas.
Camilo Sánchez
Presidente Juventudes Comunistas (JJCC)
04/01/2020. Al igual que en gran parte de los procesos de alta significancia histórica para el país, hoy la juventud realiza un evidente y decidor aporte en la que sin duda es la lucha de mayor profundidad y masividad desde las protestas contra la dictadura pinochetista.
No fue solo saltar torniquetes, sino también la rapidez con la que se interpretó correctamente los hechos para traducirlos en consignas claras que despejaran dudas sobre las intenciones del movimiento ante tanto intento por manosear sus objetivos. Fue también la convocatoria a perder el miedo, que en los hechos desafió los toques de queda y derrotó la primera estrategia del gobierno, forzando la decisión de replegar a los militares en sus cuarteles. Así mismo, es también la valentía y audacia con la que jóvenes desde la primera línea resisten la represión aguda de parte de la fuerza policial para así defender el derecho a la protesta pacífica de cientos de miles.
No fue gratuito. Ya previo a las movilizaciones Sebastián Piñera se esforzaba para que “juventud” y “delito” fueran sinónimos y se desactivara al principal derrotero de su anterior gobierno. Ahora, ante tanta determinación juvenil en las calles, han hecho pesar sobre nuestros hombros el más alto precio mediante asesinatos, torturas, humillaciones y mutilaciones.
Tampoco ha sido en vano. Con serias limitaciones de forma a raíz de un desesperado acuerdo entre algunos partidos, el devenir de la agenda del país hacia la construcción de una Nueva Constitución es una conquista que le pertenece a la lucha popular, y sus -de momento- reducidos contendores no tendrán más remedio que enfrentar posiciones también dentro de sus márgenes, en los cuales será revisado el ordenamiento jurídico-político, con sus efectos en el ordenamiento social y económico, que regirá a Chile durante importantes décadas.
Las actuales generaciones de jóvenes vivimos en carne propia radicales injusticias y no creemos en las promesas de un futuro esplendor bajo el actual orden de cosas, pues tenemos por evidencia la dolorosa vida de nuestros padres y abuelos.
Resulta particularmente trágico ser jóvenes y tener tan poco que perder, no obstante nos mueve la esperanza de saber que tenemos tanto por ganar. Lo que está claro es que pretendemos ser constructores de nuestro propio destino y ya nadie tendrá que contarnos sobre de lo que es capaz nuestro pueblo cuando se propone golpear el timón de la historia.
Dicho lo anterior, ¿alguien se imagina un Proceso Constituyente sin la juventud en la cancha?