La televisión se ha convertido en un medio publicitario comercial al servicio del más despiadado consumismo de la población en general.
José Luis Córdova
Periodista
29/07/2019. A estas alturas de las técnicas y plataformas audiovisuales digitales bien vale la pena preguntarse: ¿Quiénes y para qué ven televisión? En el pasado estaba claro, las familias se reunían en torno a la pantalla chica para informarse, entretenerse y -sobre todo en la época de la TV universitaria- para acceder a la cultura, el arte, la educación y la salud en general. Recordar para ello a personajes inolvidables de la TV culta y formativa como Jorge Dahm, Enrique Bravo Menadier, Mario Céspedes, Hernán Olguín, Patricia Espejo, Nemesio Antúnez, Paul Landon, Patricio Bañados, Francisco Gedda, Antonio Skarmeta, Augusto Góngora, Fernando Villagrán, Cristian Warnken.
Las nuevas generaciones ahora tienen tablets, Iphones, Nintendos y otras herramientas para entretenerse en una infinidad de juegos digitales -tan brutales como competitivos- pero igualmente absorbentes hasta convertir a la gente en ludópatas adictos.
La televisión se ha convertido en un medio publicitario comercial al servicio del más despiadado consumismo de la población en general, entregando mensajes equívocos en materia de salud, nutrición y hábitos generalizados de vida en una modernidad lesiva para el planeta y los seres humanos.
Parece una imagen devastadora que, de no hacerse nada en los próximos años, contribuirá a formar generaciones individualistas, frías y calculadoras sin interés por el destino de la humanidad ni en el futuro del planeta tierra. Tan grave y lapidario como eso.
En la televisión chilena, si hay algo rescatable con los programas de Cable como Natgeo, History Channel y un puñado de estaciones privadas, entre ellas Canal 13C con espacios algo destacables en difusión cultural y para conocimiento de regiones y pueblos remotos.
Todo lo demás es abiertamente comercial. Los televidentes no son más que meros usuarios consumidores a destajo, en la mayoría de los casos de productos de mínima utilidad práctica como instrumentos para mantener el estado físico, implementos para engalanar y/o pintar casas, comer o beber «sanamente» y, sobre todo, acceder a «medicamentos preventivos» para la artrosis, diabetes, hipertensión, tránsito lento, colon irritable y otras patologías típicas de la tercera edad.
En estas mismas columnas hemos denunciado anteriormente el uso y abuso de los niños para publicidad engañosa con la que orientan y desorientan a los menores integrantes de las familias para buscar y adquirir la más infinita e inútil variedad de productos.
Nada más lejano a los objetivos de orientar, formar, concientizar voluntades libres y democráticas que recibir a cada minuto por la pantalla chica mensajes francamente perniciosos, deformadores de la realidad y destinados a torcer la voluntad de los televidentes víctimas de una avalancha de artículos comercializables como ofertas tentadoras.
Volviendo a la pregunta original ¿Quiénes ven televisión? Hoy en día en los hogares más vulnerables de ciudades y pueblos: dueñas de casa, adultos mayores, personas con capacidades reducidas, enfermos postrados y también usuarios de consultorios y clínicas -públicas o privadas- que invariablemente cuentan con una pantalla en sus respectivas salas de esperas.
¿Para qué ven la televisión? Lisa y llanamente para «matar el tiempo», como se dice, por no hacer nada y se fija la vista involuntariamente en la tristemente célebre caja idiota. Algunos incautos todavía encienden estos aparatos para «informarse». La verdad es que los noticiarios y programas «periodísticos» están muy lejos de cumplir la tarea fundacional de informar oportuna y verazmente sobre acontecimientos relevantes de actualidad. El descrédito y la desconfianza en actividades humanas tan importante como la comunicación y el periodismo, al menos en los medios de comunicación audiovisual, están claramente al debe y más bien desinforman y desorientan a los televidentes más desprevenidos.