18/O. “Rescato la magnitud, la fuerza, la empatía de la gente”

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La exconvencional constituyente, Elsa Labraña Pino, mira la revuelta social de 2019 y destaca la “creatividad que se tuvo para manifestar de forma variada el descontento social, no fue sólo marcha y manifestación, también hubo música, coreografía, grafitis, exposiciones, charlas, seminarios, intervenciones artísticas, conciertos, mucha energía desplegada”. Hace un contrapunto del término “octubrismo” y señala que “el ‘octubrismo’ es algo hermoso, alejado de la connotación violenta que algunos sectores le quieren dar y que los medios de comunicación amplifican para hacernos perder la memoria de lo que ocurrió”. Abunda en que “el estallido social recuerda que el poder original se encuentra en el pueblo”. Esta Asistente Social de profesión, que fue parte de la primera Convención destinada a proponer una nueva Constitución representando a movimientos sociales, mantiene una mirada crítica al oficialismo y advierte de problemas que encara el mundo social ante la posibilidad de transformaciones.

Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 10/204. ¿Qué rescatas de la revuelta social de 2019?

Rescato muchas cosas, como la magnitud, la fuerza, la empatía y la capacidad de reacción de la gente frente a lo injusto de este sistema. La creatividad que se tuvo para manifestar  de forma variada el descontento social, no hay que olvidar que no fue sólo marcha y manifestación, también hubo música, coreografía, grafitis, exposiciones, charlas, seminarios, intervenciones artísticas, conciertos, en fin, mucha energía desplegada para mostrar el descontento frente a la clase política.

¿Qué fue lo que más te impactó de la revuelta?

Me impactó la capacidad de resistencia de la gente, que no se dejó intimidar por el Gobierno de (Sebastián) Piñera cuando este nos declaró la guerra y dispuso de la fuerza pública para reprimir, golpear, mutilar y torturar a la ciudadanía que se manifestó legítimamente  en las calles de todo el país para mejorar sus condiciones de vida. Además me impactó la insensibilidad y violencia de los gobernantes de la época que sostuvieron y agrandaron el conflicto, por hacer oídos sordos a las demandas de la  ciudadanía. Muchas muertes y violaciones a los derechos humanos se hubieran evitado con diálogo, pero prefirieron armar una guerra antes de sentarse a hablar y escuchar al pueblo por el temor de perder algunos de sus privilegios, como claramente lo reflexionó en su momento la esposa del expresidente. Valoro mucho la actitud ética del jefe del Ejército que no se dejo arrastrar en la guerra imaginaria del Presidente y su primo (Andrés Chadwick).

¿Crees que se logró cambiar el país, darle un giro, generar un punto de inflexión?

No, yo creo que en temas sociales estamos igual o peor que antes, ya que por lo menos antes del estallido social la rabia acumulada por la presión que ejerce el sistema sobre la clase trabajadora tenía una luz de salida en un cambio constitucional. Así, reformando las reglas del juego se podría nivelar la cancha de oportunidades en lo social, lo político, lo económico, donde las personas podrían desplegar todas sus capacidades para vivir bien, también se podría proteger el medioambiente y reformar las instituciones carcomidas por la corrupción. Por lo menos antes del estallido existía esa posibilidad, ahora sólo veo desencanto y apatía. Creo que  un punto de inflexión fue durante la primera semana de noviembre cuando los partidos políticos asustados por la movilización popular, le pidieron al Presidente Piñera que convocara una Asamblea Constituyente, pienso que ahí estuvo la posibilidad real de hacer el cambio que Chile necesita, pero esa posibilidad fue rápidamente desdibujada por el “acuerdo de paz” que hicieron partidos políticos el 15 de noviembre, donde establecieron un proceso de cambio constitucional tutelado por ellos, poniendo límites a los temas que se podían discutir en el órgano constitucional, pues establecieron a priori que no se podían ver los tratados internacionales, discusión clave para ver la soberanía y los temas económicos del país, como también impusieron un quórum supra mayoritario para la aprobación de las normas y un tiempo muy limitado que no permitía la participación ciudadana en la discusión. O sea, a lo Gatopardo nuevamente acordaron hacer un cambio para que nada cambie, y todo siga igual. Yo creo que ahí mismo también acordaron quien sería el próximo presidente y cómo sabotear el órgano constitucional si este se les escapaba de las manos.

Se reitera que las demandas siguen pendientes, ¿cómo asumirlas?

Todas las demandas siguen pendientes, ya que el eslogan de la derecha no les alcanzó para hacer las reformas constitucionales que prometieron y este Gobierno pusilánime frente a la derecha ha cedido en todo lo que la oposición le ha impuesto, incapaz de presentar propuestas que mejoren la calidad de vida de la gente. Si no fuera por el Caso Hermosilla que golpeo más fuertemente a ese sector, probablemente seguirían cediendo espacio a las propuestas de la derecha. Lo bueno es que con el Caso Hermosilla se ha develado un poco cómo es que funciona este sistema y por qué de un lado o del otro se resisten tanto a cambiarlo, pues todo el poder de decisión o de justicia del país queda acotado a las conversaciones “amistosas” entre la elite económica y política, quienes con un simple WhatsApp o reunión de café determinan lo que pasa o no en este feudo llamado Chile. Todo el montaje de la democracia, de la falsa separación de poderes del Estado quedó al descubierto por los audios de un abogado bueno para el tráfico de influencia, pirómano y putero. Y así, casi sin querer, por fin la gente se está dando cuenta del por qué las instituciones del Estado no responden a sus necesidades, pero sí responden  prontamente a los requerimientos de la clase empresarial. Y en esa red de corrupción de pitutos, favores políticos y amiguismos, las demandas sociales se pierden en un grito ahogado en el fondo de los hogares que con desesperación llegan a fin de mes o simplemente no llegan y deben endeudarse para comprar alimentos. Ninguna demanda social será resuelta en este Gobierno o en el próximo, pues los derechos básicos como la educación, la salud, la previsión social, la  vivienda y el agua hoy son los grandes negocios que sirven de caja pagadora para los políticos de turno. Cambiar eso no es prioridad para quienes dirigen el país y con eso no me refiero a quienes hoy o mañana se encuentren en el Gobierno, sino a quienes son los que realmente toman las decisiones y rigen el país, gobernando en las sombras del poder económico, cuya fachada en Chile se llama Grupo Patio. Mientras ese grupo de empresarios capaces de comprar fiscales, jueces, ministros, parlamentarios, presidentes, generales, medios de comunicación y votantes, no vean amenazados sus intereses, no harán nada para cambiar este sistema, que también se acomoda a sus negocios. Si con un llamado telefónico son capaces de torcer el estado derecho, poner y sacar funcionarios públicos, crear un ejército de sicarios, intervenir en las fuerzas de orden y seguridad, mandar a quemar las oficinas de Impuestos Internos u otras instalaciones públicas con total impunidad. Yo no veo que por la vía institucional o movilización social se logre mucho. La única forma que veo para ejercer presión sobre este “poder ejecutivo” que  gobierna desde  las sombras, y recuperar nuestros derechos sociales, es un paro general. Sólo cuando vean disminuidas sus ganancias y no tengan doblegada la voluntad de los trabajadores, recién ahí tendrán que ceder los privilegios que mañosamente se apropiaron durante la dictadura y que han logrado mantener al amparo de los posteriores gobiernos democráticos que ellos mismos financian. Sólo cuando el pueblo no sea cómplice de su propia desgracia podrá salir de sus tormentos, sólo cuando las personas dejen su afán peticionista y cada trabajador y trabajadora de este país se dé cuenta que son el verdadero motor que mueve Chile y que las riquezas que produce su tiempo y fuerza de trabajo termina malamente en paraísos fiscales, en cuentas  de oscuros arpías económicos, quizás, sólo quizás, este país cambie.

¿Coincides que hay un repliegue del movimiento social?

Sí, claro que hay un repliegue, porque no se ve la salida clara a los problemas que cotidianamente debe enfrentar la gente, estamos en una condición de desesperanza aprendida, porque por mucho que nos esforzamos para modificar la situación que nos aqueja, no logramos influir en los resultados, y eso a la larga nos debilita y nos vuelve pasivos frente a un sistema injusto. Todos sabemos que la lucha es colectiva y requiere organización, pero son muy pocas las personas dispuestas a asumir esa responsabilidad. Además, tanta fragmentación caudillista diluye la energía de la movilización hacia un objetivo en común.

¿Qué evaluación haces de eso?

Cuando estuve en la Convención Constitucional, convoqué a varias organizaciones sociales que tenían temáticas en común para trabajar en conjunto y elaborar las propuestas de normas en diversos temas. Pero por más que se les explicara que frente a un tema determinado sólo se iba elegir una norma, para lo cual lo lógico era hacer una en conjunto con quienes manejaban la misma temática, igual entregaron propuestas por separado y luego cada organización por su lado presionaba para que se eligiera la suya. Han pasado varios años y aun no sé cómo evaluar esa situación. No sé si es ego, competitividad, el individualismo del sistema que también penetra en las organizaciones, la falta de prácticas colectivas o estreches de corazón como decían “Los prisioneros”, aun no sé.  Mientras cada organización sea incapaz de ver y valorar a la organización que tiene al lado, va a ser difícil articularnos. También pasa que muchas organizaciones están instrumentalizadas por partidos políticos y son serviles a esos fines a cambio de financiamiento y no se puede ser crítico con quien te está dando de comer. Son esas organizaciones bien alimentadas las que terminan quebrando cualquier intento de organización mayor o sentándose en las mesas de trabajo que convoca el Gobierno para justificar la participación social, de esas organizaciones hay muchas y todas dicen actuar así, con buenas intenciones, en representación de sus integrantes.

¿Qué te dice la calificación de “octubrismo”?

La palabra “octubrismo” depende de quien la diga. En mi opinión el “octubrismo” es algo hermoso, alejado de la connotación violenta que algunos sectores le quieren dar y que los medios de comunicación amplifican para hacernos perder la memoria de lo que ocurrió. Para mí, el “octubrismo” significa la valentía de un pueblo para ponerse de pie y reclamar su dignidad. Así como ocurrió con la “revuelta de la carne” en el siglo pasado, el estallido social  de octubre de 2019 es el gran miedo de los poderosos, que les recuerda que el poder original se encuentra en el pueblo y que cuando este se despliega no hay nada que lo detenga. Hay personas que se asustan con la palabra y ven en ella sólo hechos de violencia, son las mismas personas que sea por desconocimiento o cobardía, no fueron parte activa de la historia de nuestro país, son las que prefirieron quedarse al margen mirando, en vez de ser protagonistas de su propia liberación. Pronto llegará otro octubre, ojalá que esta vez sean sólo los cobardes quienes se queden fuera de la historia. “Podrán cortar todas las flores, pero nunca podrán detener la primavera”, como dijo Pablo Neruda.