11/9. “Observamos con preocupación resurgimiento de discursos que banalizan el terror vivido”: CChDH

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En un comunicado, la Comisión Chilena de Derechos Humanos advirtió que “sectores de extrema derecha, herederos ideológicos de quienes aplaudieron el golpe, buscan nuevamente el poder con promesas que nos devuelven a aquellos días de autoritarismo y división”. Se dijo también que en 1973 “el golpe de Estado no solo destruyó vidas; destruyó un proyecto de país”. Se “arrasó con décadas de conquistas sociales construidas desde el Ruido de Sables, la Constitución de 1925, los gobiernos del Frente Popular, la Revolución en Libertad y la Unidad Popular. Instaurando mediante la tiranía del individualismo exacerbado, un Chile donde la vida humana se subordinó al consumo, el consumo a la producción, y la producción al lucro desenfrenado.

“El Siglo”. Santiago. 11/9/2025. El siguiente es el texto íntegro de un comunicado de la Comisión Chilena de Derechos Humanos en el marco de los 52 años del golpe de Estado:

 Declaración Comisión Chilena de Derechos Humanos (CCHDH) por los 52 años del golpe de Estado Civil-Militar en Chile. Para que Nunca Más se Repita el Horror ¡Cultivemos esperanza!

En este 11 de septiembre de 2025, cuando se cumplen 52 años del golpe de Estado que quebró nuestra democracia y sumió a Chile en la más oscura noche de terror y dolor, la Comisión Chilena de Derechos Humanos alza su voz con la misma convicción que nos ha guiado desde aquellos días aciagos de la Dictadura: la defensa irrestricta de la dignidad humana y la construcción de una sociedad donde jamás vuelvan a repetirse las atrocidades que enlutaron a miles de familias chilenas.

Por esto, nos pronunciamos con especial preocupación en razón de que el viento de la historia parece querer borrar lo acontecido sin haber sanado las cicatrices del pasado que está presente ante la impunidad continua de los colaboradores civiles de la Dictadura, quienes no solo siguen haciendo antipolítica, sino que, han osado levantarse en maléfico coro relativizando el horror vivido. Declaramos con firmeza que la memoria no es negociable y que los Derechos Humanos no son una opción política, sino el fundamento mismo de nuestra convivencia cívica al provenir de la misma naturaleza de cada persona, siendo permanentes y universales, sin distinción de que persona tengamos al frente.

El legado de dolor que no debe olvidarse

Aquel 11 de septiembre de 1973 no fue solo el quiebre de un gobierno elegido democráticamente y un posterior avasallamiento cruel contra los partidarios de la Unidad Popular. Sino que, fue el inicio de un experimento de crueldad sistemática que transformó mediante el sadismo la estructura social, jurídica y económica de toda la sociedad chilena.

Las torturas que desgarraron cuerpos y almas, las violaciones que ultrajaron la dignidad más íntima, los asesinatos que segaron vidas llenas de esperanza, los detenciones sin juicio que convirtieron la justicia en un eco vacío, las relegaciones y exilios que destrozaron el tejido familiar, y los desaparecimientos dejaron heridas abiertas que aún sangran en el corazón de nuestra Patria. Siendo su mayor legado no solo un trauma intergeneracional, sino que, un orden público y económico centrado en el lucro, en el consumo desenfrenado, el individualismo y la desconfianza.

Todo esto no es simplemente números en estadísticas frías, las víctimas, todas y cada una, fueron mujeres embarazadas torturadas hasta la muerte, niños separados de sus padres para siempre, campesinos asesinados por soñar con una tierra más justa, profesionales ejecutados por pensar diferente, estudiantes desaparecidos por creer en un mundo mejor. Cada una de estas vidas truncadas tenía un nombre, una familia, un sueño. Ninguna está permitido olvidar.

La herencia que aún nos lastima

Así, el golpe de Estado no solo destruyó vidas; destruyó un proyecto de país. Arrasó con décadas de conquistas sociales construidas desde el Ruido de Sables, la Constitución de 1925, los gobiernos del Frente Popular, la Revolución en Libertad y la Unidad Popular. Instaurando mediante la tiranía del individualismo exacerbado, un Chile donde la vida humana se subordinó al consumo, el consumo a la producción, y la producción al lucro desenfrenado.

Hoy vivimos las consecuencias de aquella herida nunca sanada: una sociedad fracturada por la desigualdad más obscena, donde conviven la opulencia de unos pocos con la pobreza multidimensional de millones. Una sociedad donde el endeudamiento asfixia los sueños de las familias trabajadoras, donde la educación, la salud y la vivienda digna son privilegios en lugar de derechos, donde la angustia cotidiana por la supervivencia ha erosionado los lazos comunitarios que nos hacían fuertes como pueblo.

El peligro que acecha nuestra democracia

Hoy, cuando se avecina una nueva encrucijada electoral, observamos con profunda preocupación el resurgimiento de discursos que banalizan el terror vivido, que relativizan las violaciones a los derechos humanos, que presentan la dictadura como un “mal necesario”. Sectores de extrema derecha, herederos ideológicos de quienes aplaudieron el golpe, buscan nuevamente el poder con promesas que nos devuelven a aquellos días de autoritarismo y división.

No podemos permitir que la desmemoria se apodere de nuestra sociedad. No podemos tolerar que quienes justifican la violencia política lleguen a gobernar nuestra patria. No podemos aceptar que se normalice el discurso del odio, la xenofobia y la discriminación como herramientas electorales.

El compromiso inquebrantable con la justicia: No a la ultra derecha

No cesaremos en nuestra lucha por la verdad, la justicia, la reparación integral y las garantías de no repetición. Cada víctima de violación a los derechos humanos merece que su dolor sea reconocido, que se haga justicia y que se implementen medidas para que nunca más se repitan estas atrocidades.

Por ello, preguntamos a toda la derecha política las siguientes preguntas: ¿Cómo se sostiene éticamente una postura que hoy condena el crimen organizado con una mano, mientras con la otra justifica el crimen organizado sistemático del Estado durante la dictadura? ¿Qué valor tiene proclamar la sacralidad de la vida de quien está por nacer si se excusa su aniquilación cuando el victimario comparte su ideología o agenda política-económica? ¿Dónde queda la libertad cuando se silencia al disidente con disparos? ¿Qué institucionalidad se defiende al normalizar que las Fuerzas Armadas, garantes de la soberanía popular, se vuelvan verdugos de su propio pueblo?

No hay atajo ético: justificar el golpe de Estado de 1973 y, más aún, aceptar como algo válido y necesario el sistemático exterminio de personas, es validar la lógica de que el “otro” no es una persona, que ese universo no tiene valor alguno, que la vida humana de quien piensa distinto es indigna de consideración, no merece existir y, en consecuencia, la sociedad, la familia y la vida comunitaria son prescindibles ante la subjetividad irracional y el pragmatismo más cruel.

Aquí yace la contradicción más profunda: un sector que hoy exige mano dura contra la delincuencia, pero ayer celebró -y hoy algunos insisten en maquillar- la delincuencia institucionalizada de una Dictadura. ¿Acaso los derechos humanos tienen fecha de caducidad? ¿La vida de un opositor político vale menos que la de un ciudadano asaltado en la calle? Esta derecha, expresada obscenamente una cultura de la muerte y la cobardía, capaz de motivar el asesinato del desarmado y vencido, transformando la vida política nacional en un banal show de la ignorancia, que ve mayor valor en las cosas que en las personas, el culto a la estupidez.

 El llamado a la conciencia nacional

En este momento crucial de nuestra historia, hacemos un llamado urgente a todas las chilenas y chilenos de buena voluntad, sin distinción de clase, credo o posición política, para que reflexionemos sobre el país que queremos legar a nuestros hijos y nietos.

¿Queremos un Chile donde el miedo vuelva a reinar? ¿Donde la diferencia de opinión sea motivo de persecución? ¿Donde los derechos humanos sean privilegios de unos pocos? ¿Donde la dignidad humana sea pisoteada en nombre del orden y la autoridad?

O preferimos un Chile donde la diversidad sea celebrada, donde el diálogo reemplace a la imposición, donde cada persona sea valorada por su dignidad inherente, donde la justicia social no sea una utopía sino una realidad alcanzable?

La esperanza en el horizonte

Creemos firmemente en la capacidad transformadora del pueblo chileno. Somos herederos de una tradición democrática que, aunque golpeada, jamás fue completamente destruida. Somos hijos de trabajadores, campesinos, intelectuales y soñadores que construyeron este país con sus manos y su esperanza.

Como Comisión Chilena de Derechos Humanos (CCHDH), renovamos nuestro compromiso inquebrantable con la dignidad de cada uno de los chilenos y chilenas. Para lo cual, en este 11 de septiembre de 2025, cuando las sombras del autoritarismo vuelven a acechar nuestra democracia, hacemos un llamado a la unidad de todos los sectores democráticos del país. La historia nos enseña que cuando el pueblo se une en defensa de la justicia y la dignidad, ninguna fuerza puede detenerlo.

Hacemos el llamado a recordar que el fruto de la paz social es la justicia, y solo cuando sea posible la democracia económica viviremos en una plena democracia política que haga imposible en la convivencia cívica discurso abyectos y oscurantistas donde el otro no sea considerado una persona digna, única e irrepetible.

La plena realización del ser humano depende esencialmente de una auténtica consagración de los derechos y deberes innatos de cada uno, donde la igualdad formal ante la ley tome el siguiente paso hacia la igualdad sustantiva, donde cada actor social pueda participar y gozar de las riquezas de nuestra nación.

¡Por la paz social, no más impunidad!

¡Justicia y reparación ahora!

¡Por el bien de todos, primero los pobres!

¡Para que el Hombre y la Mujer Caminen Libres por las Grandes Alamedas!