¿Se pueden cambiar las FFAA en Chile? Pregunta seria

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Tenemos las elecciones del próximo Gobierno y Congreso, los cuales serán clave si es que quiere lograr este cambio necesario, aunque tenemos un escenario similar a lo que es la Convención Constitucional: un sector popular ajeno e inexperto al mundo y debate en torno a lo militar.

Francisco Contreras. Bachiller en Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Chile. 14/10/2021. Se podría pensar que cambiar el rol de las FF.AA. en la carta magna para posteriormente moldear el marco jurídico que les respecta pueda ser el pilar fundamental que permitiese un cambio en nuestras FF.AA., pero lamentablemente hay factores que no se dimensionan a primera vista y que son claves para la discusión.

La historia de las FF.AA., más allá de la sangre derramada y el dinero de por medio, tiene hito claves que marcaron un antes y un después en sus distintas ramas, y eso fue la consolidación de sus doctrinas. Actualmente la influencia occidental estadounidense es transversal en sus tres ramas: Ejército, Fuerza Aérea y Armada; pero encontramos rasgos distintivos (tanto cultural como de funcionamiento) de sus doctrinas antecesoras, como la influencia británica en la armada, o la prusiana (y anterior a ella la francesa) en el Ejército. Mas allá de profundizar la historicidad de los procesos involucrados, encontramos factores comunes en los respectivos contextos que permitieron estos virajes, dadas por contextos históricos nacionales e internacionales.

Tras los resultados de la Segunda Guerra Mundial, las esferas de poder a nivel internacional se polarizaron en lo que fueron el bloque occidental liderados por EE.UU. y el bloque socialista con la URSS; en donde EE.UU. extendió a través de diversas políticas su influencia al resto del continente americano, siempre contemplando el grueso de su política al control militar en miras al contexto de Guerra Fría. Para ello hubo un ápice importante que contemplaron que fue la formación militar (oficialidad y sub-oficialidad) de los ejércitos latinoamericanos, con el discurso de actualización para poder enfrentar nuevas formas de conflictos de ese entonces, como fuerzas irregulares y terrorismo, sentando las bases de lo que hoy se denominan los conflictos de cuarta generación.

Si nos remontamos al resto de influencias doctrinarias encontraremos que cada una de ellas respondieron a resolver lo que en sus épocas eran nuevas formas de conflicto (generaciones de conflictos). Por ejemplo, para la rama del ejercito fue la influencia francesa en los albores de la república con la primera generación (formación de ejtos. profesionales), la prusianización tras la guerra franco-prusiana con la segunda continuando hasta la tercera (industrialización y nuevas tácticas producto de nuevas tecnologías), y la occidentalización estadounidense con la cuarta generación, en donde cada una de ellas evolucionaban de la mano con los avances tecnológicos de las revoluciones industriales, estando la evolución de la guerra ligada íntimamente con los intereses económicos de las potencias mundiales de cada época. De manera análoga sucede con la influencia doctrinaria británica en la armada, producto del interés ingles en los mercados americanos que se abrían tras los conflictos de las colonias con la corona española.

Hoy en día tenemos un movimiento del gran capital financiero desde EE. UU. hacia China, en donde ya se siente la tensión en el ambiente con la última alianza militar entre Australia, Reino unido y EE.UU. (AUKUS), junto con la entrada a la próxima revolución industrial respecto a la inteligencia artificial (I.A.) viene un inminente recambio tecnológico de la industria militar para estas próximas décadas que ya se manifiesta (cazas de quinta generación, UAV’s, retorno de la carrera espacial, misiles hipersónicos, ciberataques, entre otros); pero no solo de movimientos de política internacional se moldean las FF.AA., sino también de la política nacional.

En nuestra experiencia nacional notamos que el desenlace de conflictos internos dio pase a repensar la seguridad y defensa nacional, como la guerra civil de 1891 y la colonización del sur anexado, o el golpe de Estado de 1973; en donde ambos casos consolidaron un cambio doctrinal con posteriores cambios constitucionales, cambios que hoy en día tenemos la oportunidad histórica de crear por primera vez en nuestro país, una constitución con participación de la ciudadanía.

Pero lograr un cambio así implica necesariamente acompañamiento y claridad en el asunto. Por ejemplo, las instituciones en general (y particularmente las FF.AA.) se ven mermadas ante la opinión pública, producto de la gran cantidad de casos de corrupción y de las reiteradas y sistemáticamente violación a los DD.HH., practicas que se remontan a un pasado sangriento que mantiene hasta el día de hoy una sociedad altamente polarizada históricamente, en donde los sectores más populares han renegado de participar (y por ende de tener una mayor experticia) en asuntos militares, de seguridad y de defensa, a diferencia de sectores mas conservadores que tienen un asentado latente en las FF.AA.; por lo que en el debate en torno a estos temas en la convención constituyente tendrá dificultades para lograr una profundidad que permita implementar un posterior proceso gradual de cambio, o incluso, que los sectores mas conservadores logren moldear este ápice de la nueva constitución a su favor, logrando mantener su control hegemónico en ellas.

Por otro lado, no basta con solo cambiar lo que respecta a FF.AA. sino a lo que se entienda por la seguridad y defensa de la nación, por lo que regular los apartados que lo mencionen también deben ser vigilados, como lo que respecta al consejo de seguridad nacional (COSENA) y quienes le componen. La pandemia y los conflictos mundiales de las últimas décadas han dejado una cosa clara: hay que replantear lo que se entiende por seguridad y defensa, que trasciende lo militar e incorpora otras áreas como lo son la salud a nivel comunitario, el narcotráfico y crimen organizado, el espectro radioeléctrico y la ciberseguridad, etc., por lo que un cambio en el rol de las FF.AA. no es algo antojadizo sino algo necesario, más aún cuando en nuestro país se utiliza como instrumento de represión innecesaria, y para ello el cambio jurídico debe acompañarse con una planificación país, la cual no tenemos desde la dictadura. La política de defensa nacional, publicada por el Ministerio de Defensa el año 2020, nos entrega insumos y bases importantes para ello, pero no resuelven el grueso de los desafíos sociales que se vendrán a largo plazo. Militarmente vemos una preocupación en cada rama de las FF.AA.: desde el Ejército ya se ha implementado desde hace varios años de la vuelta a la democracia programas de modernización (consolidación de brigadas acorazadas, modernización del material, etc.); desde la armada destacan la construcción de dos fragatas “Made in Chile”, y desde la Fuerza Aérea la modernización de la actual flota de F-16 para su operatividad hasta el 2060, con el desafío de ir renovándose paralelamente, para estar a la altura de las nuevas generaciones. Por consiguiente, vemos planificaciones, pero no acopladas a una inexistente planificación nacional, que deberíamos contemplar su creación en los próximos gobiernos de turno.

Por último, tenemos las elecciones del próximo Gobierno y Congreso, los cuales serán clave si es que quiere lograr este cambio necesario, aunque tenemos un escenario similar a lo que es la Convención Constitucional: un sector popular ajeno e inexperto al mundo y debate en torno a lo militar, contra un sector conservador y tradicionalista, tanto dentro del mundo político como en las filas castrenses, que serán reacios ante un cambio que no esté a la altura de sus expectativas, y que, si no se saben manejar, podrían repercutir en la agudización de la violencia social que experimento el país tras la revuelta popular del 18 de octubre del 2019, más aun, independiente a la implementación de una propuesta de cambio en las FF.AA. que repercuta en su doctrina, ésta tiene que ser inteligentemente llevada a cabo tomando en cuenta lo que pueda transgredir cultural e históricamente a la tradición de las filas castrenses, ya que son procesos delicados y complejos que se pueden aprovechar de manera inescrupulosa para promover sublevaciones como ya ha pasado en nuestra dolida historia nacional.

La tensión entre EE. UU. y China repercutirá tarde o temprano con nuestro país por sus implicancias económicas con China y cultural con EE.UU. y occidente; el cambio climático y la permanente amenaza de desastres naturales en el país, el narcotráfico que evoluciona junto con el crimen organizado y redes internacionales, la amenaza ante crisis sanitarias, la digitalización y amenaza de muchos servicios sociales, etc., nos reflejan que la mantención de la soberanía nacional ante amenazas externas no puede recaer solo en las FF.AA., por muy carácter polivalente que quieran aspirar, por lo que su cambio no es algo antojadizo o caprichoso, sino todo lo contrario, una necesidad imperiosa.

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