El pueblo de Chile es un ejemplo de inteligencia política basada en objetivos conducentes que han permitido reforzar estrategias reivindicativas acorde a nuestra contemporaneidad. La izquierda real y los independientes progresistas supieron analizar con antelación la situación coyuntural, sorteando con éxito los obstáculos que la derecha impuso en su alienante ingobernabilidad.
Gonzalo Moya Cuadra. Licenciado en Filosofía. 28/05/2021. Triunfó la inteligencia política. Triunfó la visión histórica de Allende. Triunfó el pueblo expoliado y mancillado por el deshumanizado capitalismo. Triunfó el sentido ético de la buena política, plena de prístinos propósitos. Triunfaron los sencillos, los mancillados por la pobreza que poetizó Neruda, los amantes de la poesía, los desaparecidos difuntos que todavía esperan un osario final. Ganaron quienes jamás perdieron la esperanza de retomar un proyecto político justo y equitativo, quienes sienten y entienden el abisal sentido de la solidaridad, quienes respetan la condición pensante de todo proceso transformador, parámetro esencial de un acto reflexivo y humanizado, quienes avizoran una visión vitalista, conceptual y moral de la política, quienes tienen la esperanza de un porvenir realmente democrático, comprometido con los derechos fundamentales y axiológicos de los condenados de nuestra tierra. La clase trabajadora renació para estructurar una nueva política, la verdadera que sueña el pueblo chileno para legítimamente reivindicar sus derechos sociales e históricos, la política demarcada de nefandas prácticas crematísticas. Ahora sólo queda sentar las bases participativas que redactarán la nueva Constitución, basamento jurídico e inspirador de un Chile liberado y democrático.
El pueblo de Chile es un ejemplo de inteligencia política basada en objetivos conducentes que han permitido reforzar estrategias reivindicativas acorde a nuestra contemporaneidad. La izquierda real y los independientes progresistas supieron analizar con antelación la situación coyuntural, sorteando con éxito los obstáculos que la derecha impuso en su alienante ingobernabilidad. No es una simple victoria, sino un gran ejercicio de convicciones liberadoras que permitirán terminar definitivamente con un sistema degradado. Todo proceso político se basa en una convicción ideológica sólida, horizontal y única que permite un estado activo y una clara vocación de trasformación cultural, educacional, económica y social.
No se puede seguir permitiendo la instauración de gobiernos de derecha, ilegítimos per se, rayanos en la anti democracia. El pueblo de Chile elegirá un gobierno de izquierda, verdaderamente de izquierda, capacitado política y moralmente para visualizar un nuevo mundo social, más humano, desarrollado, creativo y realizado. El próximo gobierno será de izquierda, pues “la historia la hacen los pueblos” y la racionalidad popular, no la corrupción ni la palabrería vacua.