Colapso moral y sanitario

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Se ha probado que decisiones tomadas por el Ejecutivo no han sido las más correctas, menos oportunas, pues el número de contagiados, ha aumentado exponencialmente.

Gonzalo Moya Cuadra

Licenciado en Filosofía

27/03/2020. Tiempo atípico, oscuro, incierto, prácticamente deshumanizado, tiempo hasta para reflexionar brevemente sobre la teoría del cisne negro o sobre el estricto orden que existe en algunos países orientales, incomprensible para el mundo occidental, por contener eficazmente la pandemia del coronavirus. Tiempo raro, anómalo, infrecuente, singular.

Sin duda, esta pandemia ha mostrado la peor cara de un gobierno absolutamente fracasado que ha llevado la teoría capitalista a su máxima expresión, aunque ello signifique un colapso sanitario y, por ende, la muerte. Incluso se puede reafirmar que el sistema económico imperante ha colapsado moralmente, pues sigue violando constantemente los derechos humanos.

La buena medicina es preventiva, no curativa. Se ha probado que las decisiones tomadas por el Ejecutivo no han sido las más correctas, menos oportunas, pues el número de contagiados, producto de tardías políticas de salud pública, ha aumentado exponencialmente. El oficialismo tiene que comprender que esta pandemia es una problemática sanitaria global que afecta a todos por igual, pero más aún a la clase trabajadora, a los pobres, a aquellos que deben acudir diariamente a sus centros laborales para seguir subsistiendo, casi hacinados en un ineficiente transporte público, sólo para beneficio de un empresariado que carece de empatía laboral y humana. Inaceptable.

La situación es crítica, sumamente grave, por lo que es absolutamente indispensable el aislamiento social para frenar la expansión viral y el inminente colapso hospitalario. En este contexto, hay que evitar los trastornos del pensamiento que pueden llevar a consecuencias inimaginables, más aún en un sistema de salud mental tan precario como el chileno. Tarea prioritaria para los expertos en salud pública. Medidas draconianas para soluciones definitivas. Sabemos que en momentos de crisis las medidas preventivas tienen que ser drásticas y la ciudadanía debe acatarlas con rigurosa disciplina de auto y alta responsabilidad, prescindiendo del individualismo, tan inherente de una sociedad contaminada por el más puro capitalismo.

Lo fundamental es resguardar la salud de toda la población. Ergo, imperativo que el sistema privado de salud quede de manera permanente, no momentáneo, a entera disposición del sistema estatal, política que deberá estar insertada en la nueva constitución. Todos merecen una buena atención sanitaria, todos,  no sólo los privilegiados de siempre. Se trata de humanidad y solidaridad, no de intereses crematísticos. La muerte no espera, simplemente es ávida en su existencia. Se trata de vida. Hay una problemática cultural que sólo es válida con inteligencia sanitaria. El sentido ético tiene que ser el pilar fundamental para resolver unitaria y solidariamente esta pandemia. Un gran ejemplo de medicina pública eficiente es la que desarrolla el Estado cubano, que a pesar del cruel bloqueo económico que padece ha logrado estructurar, traspasando fronteras, una medicina social de innegable calidad.

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